El tiempo no se detiene



“Si conocieras el tiempo tan bien como lo conozco yo –dijo el Sombrerero-, no hablarías de derrocharlo como una cosa. El tiempo es una persona.” (Lutwidge Dodgson, 1865)

El tiempo es una magnitud que ha obsesionado al ser humano: el tiempo vivido, el tiempo porvenir, ese tiempo que se nos escapa, que se escurre entre los dedos como agua. Así desde la antigüedad el poeta Virgilio, tenía conciencia de este término, asimilando como algo fugaz, de veloz transcurso imposible de recuperar. Uno de los rasgos más distintivos de la inteligencia humana es su asimilación de la idea del tiempo. Nos sometemos al tiempo porque no nos queda más remedio, pero también nos rebelamos contra él.


El caso es que en un entorno cambiante como el actual, tanto en nuestra manera de vivir y de pensar, de tomar decisiones, de trabajar y divertirnos, las nociones que tengamos de nuestro presente, pasado y futuro ocurrirán en periodos temporales mínimos porque los cambios suceden a una velocidad virtuosa, es decir, que lo que ayer tomábamos como un futuro quizás lejano, de ciencia ficción, forma parte ya de nuestro presente y no podemos posponer la gestión del cambio.

De todas formas, la tecnología nunca podrá desplazar a la persona del centro de todo. Lo verdaderamente humano es anticipar y prevenir, proyectar y producir, y actuar de acuerdo a unos valores que prevalecen y que conforman la esencia del ser humano. No se trata que querer despreciar todo lo anterior, sino de capacitarnos y entrenarnos para lo nuevo. El futuro nos espera, el futuro está aquí. El tiempo no se detiene.



El cerebro del siglo XXI

“Habrá dos tipos de negocios en el siglo XXI: aquellos que estén en el internet y aquellos que ya no existan” Bill Gates

El siglo XXI, también conocida como la era de la información, es el periodo comprendido entre el 1 de enero de 2001 y el 31 de diciembre de 2100. Se caracteriza por su notable avance y expansión de la digitalización y el control de la información a nivel global. Las llamadas redes sociales reflejan el constante intercambio en el mundo de la información. Este proceso ya había empezado a partir de los años setenta con la tercera revolución industrial. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, la digitalización experimentó un descomunal cambio que dio lugar a nuevos dispositivos de almacenamiento de datos (memorias flash) y una mayor intensidad en la expansión de la telefonía celular. En el campo tecnológico, se dio la masificación de dispositivos móviles y el fácil acceso al internet por su bajo costo.


Se retoma nuevamente la conciencia del fenómeno conocido como cambio climático, abordado años anteriores, convirtiéndolo en una de las mayores preocupaciones de la comunidad internacional y fundando numerosas campañas de protección ambiental. En el campo de la política demográfica, la globalización se intensifico notablemente a comparación del siglo anterior.

En el contexto político y económico internacional, se marcó desde un inicio por los ataques terroristas ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que fue la gota que derramo el vaso e iniciaría con la “Guerra contra el terrorismo”, lo que desboco la guerra de Afganistán en 2001 y fue responsable de la invasión y posterior guerra de Irak, en el año 2003.

El nuevo siglo, también está marcado por la crisis económica de 2008, a nivel mundial, que continúa aún en nuestros días, el ascenso económico de China, la inestabilidad en oriente, llamada Primavera Árabe, una serie de protestas, conflictos e intervenciones militares por el control mundial de los recursos energéticos en los países de Oriente Medio, destacando la guerra de Libia de 2011 y la guerra Civil Siria. 



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